martes, 29 de abril de 2008

Una película para no volver a ver

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El efecto mariposa (The butterfly effect - 2004), de Eric Bress y J. Mackye Gruber, no es la mejor película que existe, ni está cerca de serlo, pero se destaca contando una historia tan original como interesante.

Evan Treborn es un chico que sufre perdidas de conocimiento, al igual que su padre quien se encuentra internado en un psiquiátrico. En esos lapsos de inconciencia realiza acciones que al despertar no recuerda haber hecho. Así transcurren varias situaciones junto a su grupo de amigos que lo marcarán de por vida. Ya adulto, estudiando psicología en la universidad, Evan (Ashton Kutcher) descubre que a través de los diarios que ha escrito durante su infancia y adolescencia, puede remontarse al pasado y modificarlo para mejorar su presente y el de sus amigos, especialmente el de Kayleigh Miller (Amy Smart), de quien está enamorado.

Haciendo una rápida definición, el efecto mariposa consiste en que dadas unas condiciones iniciales, la mínima alteración en ellas puede provocar grandes consecuencias. El nombre viene de un proverbio chino que dice que “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. Esta teoría, sobre todo representada en viajes al pasado y siguientes modificaciones, es un recurso muy usado en cine y televisión, el modo en que se ponen en práctica en este film son novedosos. En 1995 el director español Fernando Colomo hizo una película con el mismo nombre, pero desde el género de la comedia.


Al recurrir a la complejidad de la mente humana como medio para dichas situaciones, obliga a los espectadores más detallistas a estar más que atentos, ya que en ocasiones genera algunas dudas por la falta de énfasis para explicar determinados comportamientos del protagonista.

En síntesis, El efecto mariposa es un film que se deja ver y logra, a través de un buen ritmo de relato durante las dos horas de duración, entretener al espectador. Pero no es una película de las que el canal Space puede pasar 60 veces en un mes. Si se vuelve a ver pierde el interés que puede generar la primera vez. La breve pero necesaria introducción se vuelve eterna y aburrida, dando la sensación de que la extensión (25 minutos) fuera el doble de la real.




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